Sigo sin querer alimento,
parto las trufas del inquieto
almíbar perfumado de mis cienes
simulando digestión, atomizando apetitos.
Pernocta la luz, lacerada en la tarde
Que se resume de grises perentóreos
Para reclinarse por la noche en el abismo
Y burlar el sueño entumecido
A plantarse como el ente apantallado
El infame enloquecido ante el espejo
Los gemidos, anudados por reflejos
Las angustias alumbradas por el llanto
Riego con ficciones los rescoldos
Así humeo con desgano el desde ahora
La obsidiana diamantada en que ha quedado
El corazón esponjado en hace rato
Salto al vacío, que culmina seguro en piso
A morder la tierra o las alfombras
Para partir desde el fondo
Del gran cieno atnicuario de mis sendas
martes
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