Siguen espiando
con la eternidad en trayecto
La agonía a milésimas
de segundo en su contacto
En el filo del cansancio, Adoum pregunta:
¿Cuál de los dos murió primero?
Y no apunta de la tierra que rodea
Los espasmos detenidos en el tiempo
Incrustados con escarcha entre la arena
Que mantuvo conservando este fragmento
Entre el polvo que sacude las orillas
De la cueva tabernáculo de idilio
Se esparcía hasta los Andes la vehemencia
A encontrar en otros cuerpos el exceso
Al final del funeral de la ceguera
Se colgaron de sus ojos sus pupilas
Donde puede recrearse este epitafio
En los fósiles azules de las eras
La semilla que dejó entre los espacios
De las letras conjugadas en su hoguera
Se enterraron de rebote en su regazo
Gorgotearon en su cama las ausencias
Se reinventa el horizonte de su almohada
Ajustando los relojes pendulares
A la espera del abrazo en lejanía
A pulgadas de su lecho agazapadas
Al vaivén de sus secretos e intuiciones
Reiteraban con los actos el anhelo:
Ser, tener entre sus labios
Hasta el punto de salida de sus fines
Recostado vaticina, el vacío en el paso
ella llega como espectro, atraviesa estallándolo
Desplegando con sus piernas como un ave la tarde
Sobre el cándido goteo, en las ingles afirmadas
Anidada en su pelaje ella dispersa como hormigas
Conquistando territorios en la carne
Enquistándose, represando el desahogo
Absorbiendo en sus pulmones todo aliento
En ocaso desbordado en movimiento
El azul de las montañas los abriga
Y la arena los entierra entre las migas
Que dejaron salpicadas en el aura
Sobre vellos de algodón ahora se espuman
Los sudores que este pálpito sacuden
El sabor de los susurros se dilata
Abrigando el pabellón con un arrullo
Embalsaman esos cuerpos sostenidos
Aliento, ligereza, susurro y carne
Y la muerte los sorprende en el intento
De repetir el mismo acto en esqueleto
sábado
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